La Contrarreforma, para algunos, no difería en forma sustancial de aquello que buscaba la Reforma protestante a la hora de renovar la Iglesia. Sin embargo, en cuestiones teológicas era completamente opuesta. Los esfuerzos reformistas de Pablo IV se basaron en el autoritarismo, apoyado en el Derecho Canónico y las encíclicas papales. Dos de sus herramientas fueron la Inquisición, institución creada por el Papa Gregorio IX en el siglo XIII para investigar y juzgar a los acusados de herejía o brujería, y la censura, con la creación del índice de libros prohibidos. Entre otras medidas efectivas sobre liturgia, administración y enseñanza religiosa, se tomaron las siguientes: Nombrar cardenales y obispos de gran integridad moral, como San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán.Crear seminarios en muchas de las diócesis, lo que garantizó la uniformidad teológica.Crear reuniones religiosas informales, que se convirtieron posteriormente en los oratorios.Redactar un nuevo catecismo. El Concilio de Trento no aprobó ninguna de las reformas de Lutero u otros protestantes, sobre todo la justificación por la fe, lo que acentuó la división del cristianismo, con diferentes reformistas coincidiendo en que el papado era perjudicial. Esta actuación del Papa reflejaba el paso hacia el absolutismo que caracterizó al siglo XVI. Por otra parte, el descubrimiento y colonización de América convirtió a muchos clérigos en misioneros, empeñados en la conversión de los nuevos pueblos conocidos y estableciendo escuelas confesionales. Al mismo tiempo que la agresividad y militancia del catolicismo era palpable, surgió una ola de misticismo que proponía la meditación y el rezo personal, como el del rosario. La fe católica tras la contrarreforma tuvo dos vertientes: La idea de un Dios temible que utilizaba el castigo, que fue impulsada por Pablo IV,La piedad popular y la experiencia religiosa individual, que dio figuras como San Juan de la Cruz o Teresa de Ávila. Pío V representó el esfuerzo de un sector eclesiástico para combatir el protestantismo impulsando la devoción popular y castigando la herejía. Era un dominico de fe sólida y férrea disciplina, que protegió a los pobres creando hospitales y escuelas y apoyando las misiones en el nuevo mundo, pero decidió aplicar la Inquisición para prevenir el aumento de herejes. Sixto V representó la etapa final de la reforma católica, convirtiendo Roma y el barroco en la representación visual del catolicismo. Órdenes religiosas [editar] Las nuevas órdenes religiosas constituyeron una parte fundamental de la reforma. Órdenes tales como los capuchinos, ursulinas, teatinos, paulistas o jesuítas consolidaron las parroquias rurales, ayudaron a consolidar la piedad popular por medio del ejemplo y el cuidado de pobres y enfermos, y sirvieron para contener la corrupción dentro de la Iglesia. Su dedicación a las obras de misericordia ejemplifica la reafirmación católica de la salvación a través de la fe y de las obras, y negando la idea luterana de salvación por la fe. No solamente hicieron la iglesia más eficaz, sino que reafirmaron las premisas fundamentales de la iglesia medieval. Capuchinos: formados a partir de los franciscanos, alcanzaron renombre por la protección dispensada a los pobres, decididos a practicar la caridad cristiana y vivir austeramente.Ursulinas: se centraron en la educación de niñas y jóvenes.Teatinos: decidieron acabar con la herejía a través de la regeneración del clero.Paulistas: sus actividades estaban dirigidas a la educación de los jóvenes, catequesis, y ejercían apostolado en las prisiones y hospitales.Jesuítas: además de hacer un voto de obediencia incondicional al Papa, se centraban en la educación, la reflexión teológica y las misiones. Su gran preparación cultural los convirtió en directores espirituales de monarcas y en educadores de la alta sociedad. Otros movimientos espirituales, como los espiritualistas italianos o los místicos españoles, intentaron reformar la iglesia a través del individuo. Un ejemplo fueron los oratorios.
jueves, 22 de abril de 2010
38 LA CONTRARREFORMA
La Contrarreforma, para algunos, no difería en forma sustancial de aquello que buscaba la Reforma protestante a la hora de renovar la Iglesia. Sin embargo, en cuestiones teológicas era completamente opuesta. Los esfuerzos reformistas de Pablo IV se basaron en el autoritarismo, apoyado en el Derecho Canónico y las encíclicas papales. Dos de sus herramientas fueron la Inquisición, institución creada por el Papa Gregorio IX en el siglo XIII para investigar y juzgar a los acusados de herejía o brujería, y la censura, con la creación del índice de libros prohibidos. Entre otras medidas efectivas sobre liturgia, administración y enseñanza religiosa, se tomaron las siguientes: Nombrar cardenales y obispos de gran integridad moral, como San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán.Crear seminarios en muchas de las diócesis, lo que garantizó la uniformidad teológica.Crear reuniones religiosas informales, que se convirtieron posteriormente en los oratorios.Redactar un nuevo catecismo. El Concilio de Trento no aprobó ninguna de las reformas de Lutero u otros protestantes, sobre todo la justificación por la fe, lo que acentuó la división del cristianismo, con diferentes reformistas coincidiendo en que el papado era perjudicial. Esta actuación del Papa reflejaba el paso hacia el absolutismo que caracterizó al siglo XVI. Por otra parte, el descubrimiento y colonización de América convirtió a muchos clérigos en misioneros, empeñados en la conversión de los nuevos pueblos conocidos y estableciendo escuelas confesionales. Al mismo tiempo que la agresividad y militancia del catolicismo era palpable, surgió una ola de misticismo que proponía la meditación y el rezo personal, como el del rosario. La fe católica tras la contrarreforma tuvo dos vertientes: La idea de un Dios temible que utilizaba el castigo, que fue impulsada por Pablo IV,La piedad popular y la experiencia religiosa individual, que dio figuras como San Juan de la Cruz o Teresa de Ávila. Pío V representó el esfuerzo de un sector eclesiástico para combatir el protestantismo impulsando la devoción popular y castigando la herejía. Era un dominico de fe sólida y férrea disciplina, que protegió a los pobres creando hospitales y escuelas y apoyando las misiones en el nuevo mundo, pero decidió aplicar la Inquisición para prevenir el aumento de herejes. Sixto V representó la etapa final de la reforma católica, convirtiendo Roma y el barroco en la representación visual del catolicismo. Órdenes religiosas [editar] Las nuevas órdenes religiosas constituyeron una parte fundamental de la reforma. Órdenes tales como los capuchinos, ursulinas, teatinos, paulistas o jesuítas consolidaron las parroquias rurales, ayudaron a consolidar la piedad popular por medio del ejemplo y el cuidado de pobres y enfermos, y sirvieron para contener la corrupción dentro de la Iglesia. Su dedicación a las obras de misericordia ejemplifica la reafirmación católica de la salvación a través de la fe y de las obras, y negando la idea luterana de salvación por la fe. No solamente hicieron la iglesia más eficaz, sino que reafirmaron las premisas fundamentales de la iglesia medieval. Capuchinos: formados a partir de los franciscanos, alcanzaron renombre por la protección dispensada a los pobres, decididos a practicar la caridad cristiana y vivir austeramente.Ursulinas: se centraron en la educación de niñas y jóvenes.Teatinos: decidieron acabar con la herejía a través de la regeneración del clero.Paulistas: sus actividades estaban dirigidas a la educación de los jóvenes, catequesis, y ejercían apostolado en las prisiones y hospitales.Jesuítas: además de hacer un voto de obediencia incondicional al Papa, se centraban en la educación, la reflexión teológica y las misiones. Su gran preparación cultural los convirtió en directores espirituales de monarcas y en educadores de la alta sociedad. Otros movimientos espirituales, como los espiritualistas italianos o los místicos españoles, intentaron reformar la iglesia a través del individuo. Un ejemplo fueron los oratorios.
martes, 20 de abril de 2010
37.El culto al cargo
Viajemos al pasado y a un remoto lugar. Años cuarenta, en medio de la nada, por todas partes lo único que puede verse es agua, el Océano Pacífico arropa a las pequeñas islas que lo salpican. Los habitantes de una de esas minúsculas porciones de tierra emergida viven aislados del resto del planeta. El único y esporádico contacto que han tenido en mucho tiempo con pobladores de lejanas tierras no puede decirse que fuera muy agradable. De vez en cuando, algún que otro misionero cristiano había pasado temporadas en la isla y, para los lugareños, aquellos encuentros con esos hombres raros portadores de un libro de oscura cubierta que hablaban de un dios desconocido y de adoptar costumbres que no les eran propias, se convertían en desconcertantes y, por lo general, irritantes intromisiones que nada bueno parecían presagiar. Contactos más amigables y fructíferos eran los mantenidos con otros isleños pero, aparte de vecinos y misioneros, nadie más visitaba aquella esquina del globo. Ignorantes de lo que sucedía en el océano, donde dos grandes imperios luchaban en medio de una gigantesca guerra, ocurrió algo sorprendente. Desde hacía muchos años, en la lejanía, los isleños se habían sorprendido al observar, lejos, muy lejos, casi rayando el horizonte, sombras producidas por lo que, sin duda, eran gigantescos monstruos marinos o, pudiera ser, navíos de los dioses. Naturalmente, hasta entonces, ningún portaaviones o destructor se había acercado mínimamente a la isla, con lo que las lejanas siluetas eran lo único que se había podido ver desde la roca, en escasas ocasiones, de la tecnología marítima moderna. Igualmente, a veces, se escuchaba un misterioso zumbido y, alzando la mirada hacia los cielos, un oscuro pájaro negro de robustas alas y vuelo veloz, cruzaba entre las nubes, muy alto. Acababa de amanecer, nacía un nuevo día que en todo se parecía a todos los demás, hasta que un lejano sonido alertó a los habitantes de la isla. Se parecía mucho a los zumbidos lejandos de aquellas aves celestiales pero, en aquella ocasión, el sonido fue aumentando hasta que, en medio del asombro general, un gigantesco pájaro oscuro sobrevoló el poblado. Era algo nunca antes experimentado por los aterrados isleños, un acontecimiento que prometía cambiar su vida habitual. Desde las alturas, el operador de radio de un hidroavión de patrulla de la marina de los Estados Unidos emite un mensaje en clave destinado al comando más cercano de la flota del Pacífico. La isla que acababan de sobrevolar era ideal para instalar, al menos temporalmente, un puesto de escucha y aprovisionamiento. La Segunda Guerra Mundial se encontraba en todo su apogeo de muerte y destrucción en el frente del Pacífico y cada isla, por insignificante que fuera, podía ser importante. Apenas había pasado un día desde la visita del gran pájaro negro, las gentes de la isla no hablaban de otra cosa, sintiendo una curiosa mezcla de temor y espectación, nunca antes los dioses habían estado tan cerca. ¡Y más que iban a estar! Una sombra apareció por el horizonte. A diferencia de lo que sucedía siempre, creció, creció y dejó de ser una silueta minúscula para pasar a convertirse en objeto de atención. Lejos, muy lejos, otras sombras permancían a la espera. Una patrullera se acercó a la costa y, en la distancia, un destructor y varios buques de escolta y aprovisionamiento esperaban noticias. De nuevo, un pájaro negro sobrevoló la isla, pero ahora no pasó de largo, amerizó y se acercó a la playa. Extraños seres salieron de las entrañas del pájaro, eran verdosos y portaban objetos oscuros y brillantes en sus manos. La gente de la isla no salía de su asombro, los dioses habían llegado. El grupo de reconocimiento avisó a la patrullera, que llegó más tarde. Los marines instalaron un puesto de escucha, con varias casetas prefabricadas, un generador, grandes antenas y un montón de suministros. El reconocimiento preliminar indicaba que no había japoneses en el área, lo único que iban a encontrarse era a una pequeña tribu desconcertada, pero había que tener cuidado, ya habían sufrido desagradables encuentros en otros lugares. Con el paso de las horas, tanto isleños como militares fueron entrando en contacto. Lo normal en esto casos era ofrecer regalos. El comandante del puesto inició la “fiesta”. Leche en polvo, cosas brillantes, chocolate… tabaco.
me parece que es una barbaridad que esten tan atrasados y que nos les ayuden a introducirse a las sociedad
martes, 13 de abril de 2010
36.Martín Lutero y la reforma protestante
Martín Lutero
Teólogo alemán cuya ruptura con la Iglesia católica puso en marcha la Reforma protestante (Eisleben, Turingia, 1483-1546). Contrariando la voluntad de sus padres, Martín Lutero se hizo monje agustino en 1505 y comenzó a estudiar Teología en la Universidad de Wittenberg, en donde se doctoró en 1512.
Siendo ya profesor comenzó a criticar la situación en la que se encontraba la Iglesia católica: Lutero protestaba por la frivolidad en la que vivía gran parte del clero (especialmente las altas jerarquías, como había podido contemplar durante una visita a Roma en 1510) y también el que las bulas eclesiásticas -documentos que teóricamente concedían indulgencias a los creyentes por los pecados cometidos- fueran objeto de un tráfico puramente mercantil.
Martín Lutero
Las críticas de Lutero reflejaban un clima bastante extendido de descontento por la degradación de la Iglesia, expresado desde la Baja Edad Media por otros reformadores que se pueden considerar predecesores del luteranismo, como el inglés John Wyclif (siglo XIV) o el bohemio Jan Hus (siglo XV). Las protestas de Lutero fueron subiendo de tono hasta que, a raíz de una campaña de venta de bulas eclesiásticas para reparar la basílica de San Pedro, decidió hacer pública su protesta redactando 95 tesis que clavó a la puerta del castillo de Wittenberg (1517).
La Iglesia hizo comparecer varias veces a Lutero para que se retractase de aquellas ideas (en 1518 y 1519); pero en cada controversia Lutero fue más allá y rechazó la autoridad del papa, de los concilios y de los «Padres de la Iglesia», remitiéndose en su lugar a la Biblia y al uso de la razón.
La reforma protestanteDurante el siglo XVI, varios religiosos, pensadores y políticos intentaron provocar un cambio profundo y generalizado en los usos y costumbres de la Iglesia Católica en la Europa Occidental, especialmente con respecto a las pretensiones papales de dominio sobre toda la cristiandad. A este movimiento religioso se le llamará posteriormente Reforma Protestante, por ser un intento de reformar la Iglesia Cristiana buscando la revitalización del cristianismo primitivo y que fue apoyado políticamente por un importante grupo de príncipes y monarcas que "protestaron" contra una decisión de su emperador. Este movimiento hundía sus raíces en elementos de la tradición católica medieval, como el movimiento de la Devoción moderna en Alemania y los Países Bajos, que era una piedad laica antieclesiástica y centrada en Cristo. Además, la segunda generación del humanismo la siguió en gran medida. Comenzó con la predicación del sacerdote católico agustino Martín Lutero, que revisó las doctrinas medievales según el criterio de su conformidad a las Sagradas Escrituras. En particular, rechazó el complejo sistema sacramental de la Iglesia Católica medieval, que permitía y justificaba exageraciones como la "venta de indulgencias", según Lutero, un verdadero secuestro del Evangelio, el cual debía ser predicado libremente, y no vendido. La Reforma Protestante dependió del apoyo de algunas autoridades civiles para poder reformar iglesias cristianas de ámbito estatal (posteriormente iglesias nacionales). Los grandes exponentes de la Reforma Protestante fueron Martín Lutero y Juan Calvino. El Protestantismo ha llegado a constituir la tercera gran rama del cristianismo, con un grupo de fieles que actualmente supera los quinientos millones y que se expande rápidamente en América Latina, Asia y África
martes, 6 de abril de 2010
35.Religión y estado en el renacimiento
Se produce un proceso de secularización, tanto en el pensamiento como en su actitud ante el mundo, lo que no implicó la irreligiosidad o el ateísmo, que son fenómenos raros en el Renacimiento. La religión se convierte en asunto privado, adoptando una actitud de indiferencia y de desprecio hacia la autoridad de la Iglesia (esta es una raíz del protestantismo junto al pesimismo que angustia la conciencia al ver el destino fijado desde la eternidad y que nada lo puede modificar). Esta concepción del hombre es antirrenacentista y antimoderna y es precisamente este determinismo lo que impidió a Erasmo el adherirse al protestantismo. Tanto la reforma como la Contrarreforma son dos movimientos religiosos que ven al hombre y el mundo desde un prisma de Fe, no de Razón. El hombre renacentista adopta una actitud racional ante el mundo, pero sin abandonar la fe religiosa. Esta actitud, está en línea con la tradición clásica y su línea fue el del retorno a los clásicos, lo que permite sustituir el principio de la autoridad (método medieval) por el de libre investigación. Los filósofos humanistas situaron a los clásicos en el lugar que les correspondía. Aristóteles es visto como un gran filósofo, pero no como la encarnación de la ciencia, es simplemente un gran hombre; se dan cuenta de las limitaciones de las doctrinas de los antiguos y la reflexión y la experiencia personal se utilizan como nuevos métodos del pensamiento. Los renacentistas son conscientes de que todo está en duda, el nuevo orbe filosófico permite separar la filosofía renacentista de la escolástica medieval, tanto en los temas como en la metodología, pero sigue existiendo una problemática heredada en parte por la filosofía medieval cristiana (Preocupación por el lugar que ocupa Dios en el esquema de las cosas). La filosofía humanista fue el primer paso de un desarrollo intelectual en la línea de un pensamiento secular moderno; la rebelión no es tanto contra Dios como contra sus representantes e intermediarios, es decir contra los teólogos y la Iglesia. En el Renacimiento se dio importancia al hombre, a su dignidad y a su lugar predestinado en el Universo. En la Edad Media la dignidad del hombre no estaba en la libertad y capacidad de crear sino en ser una criatura hecha a imagen y semejanza de Dios. La vida antigua fue Cosmocéntrica La vida medieval fue Teocéntrica La vida moderna fue Antropocéntrica Con la era cristiana la razón griega queda oscurecida durante siglos. Pero el espíritu que había dado vida al pensamiento filosófico griego renacerá con fuerza y los hombres continuarán el interrumpido proyecto que los filósofos griegos estudiaron como el orden de la razón. El mundo moderno utilizará la razón científica como base de su filosofía; comienza hacia el 1400, durando hasta el 1650, cuando la mentalidad renacentista triunfa definitivamente sobre las tradiciones clericales de la Edad Media. Durante este largo período el pensamiento europeo sufrirá una profunda transformación que produce una nueva mentalidad. El Renacimiento afecta a las estructuras básicas de la sociedad y la cultura, comprendiendo la vida cotidiana y la mentalidad diaria, la práctica de las normas morales y de los ideales éticos, las artes, las ciencias, etc.. El Renacimiento es la primera etapa del proceso de transformación del feudalismo al capitalismo; su ruptura con el mundo medieval se produce en todos los órdenes de la cultura renacentista, pero hay que tener presente que el Renacimiento es un período complejo, plural, donde lo viejo y lo nuevo se mezclan y se entrecruzan. Los comienzos del S. XV son de gran actividad creadora, aunque también de gran confusión, al tener que acostumbrarse a las nuevas perspectivas vitales (interpretación del hombre, del Cosmos...). En este siglo hay una doble vida: La supervivencia de la vida medieval y el Renacimiento de una nueva vida. El hombre que mejor representa a esta época en la que los individuos tienen conciencia de estar situados en los confines de dos mundos es Pico Della Mirandola. Se produce una situación en el límite de dos formas de vida, generando contradicciones (Paganos y Cristianos). Pese a ello hay una clara conciencia de estar al final de un mundo y el comienzo de otro; esta conciencia es la que caracteriza a los hombres renacentistas.